“Quien solo tiene un martillo, acabará viendo a todos como clavos”. A.H:Maslow

Durante este curso entre otras cuestiones nos estamos formando en el campo de la práctica psicomotriz Aucouturier. Lo realizamos diferentes profesores de las distintas etapas educativas, y desde la primera sesión que tuvo lugar empezamos a poner en práctica en las aulas de infantil nuestros propios descubrimientos y aprendizajes, sintiéndonos muy satisfechos de las vivencias que están surgiendo con los alumnos. La práctica Aucouturier parte de una pedagogía no directiva y de carácter lúdico en la que se acompaña a los niños en el desarrollo de su personalidad e inteligencia a través del juego y su propia actividad espontánea. Es un enfoque integral que atiende la dimensión física, cognitiva, afectiva y social, y creemos que puede enriquecer nuestra filosofía de atención personalizada, inclusiva, donde se respeta el ritmo evolutivo y el descubrimiento del niño en el proceso de aprendizaje. El espacio y el tiempo son muy importantes, accedemos al mundo simbólico, y elaboramos representaciones mentales a través de nuestras investigaciones, emociones y sensaciones adquiridas por la vía motriz. Se realiza el proceso que va “del placer de jugar y moverse al placer de pensar”.

Todos tenemos un cuerpo. Un cuerpo que nos permite movernos, sentir, pensar. Es la expresión material de aquello que somos. Y este cuerpo nuestro lo vamos construyendo durante toda la vida, pero especialmente cuando es más moldeable, durante los primeros siete u ocho años. En esos primeros años nos construimos, el niño se construye. Se habita, se posiciona, se siente, se conoce y , por ende, conoce al otro.

Entre cero y tres años el niño se construye desde fuera hacia dentro; es decir se percibe como una unidad con su exterior, y poco a poco, y gracias a las referencias externas que le sirven de espejo, empieza a sentir, a construir su propia individualidad separada de ese exterior. Esto sucede alrededor de los tres años, momento en que la construcción de sí mismo empieza ahora a hacerse desde dentro hacia fuera, expresando ya el niño lo que sale de él porque ya siente que es un ser único, diferenciado del entorno. Pero con esa edad la expresión es fundamentalmente motriz; no es hasta los siete u ocho años (cuando comienza el período de operaciones concretas, según Piaget) que el niño va a usar como herramientas de expresión principales la lógica y el razonamiento.

Es por eso que en ese primer período de cero a siete años es importante aprender a leer lo que cuentan los niños a través de su experiencia motriz. ¿Cómo se sienten? ¿Qué están descubriendo? ¿Qué viven? Todo eso nos lo van a contar mediante su manera de moverse, moverse respecto a sí mismos, respecto a los demás, respecto al espacio. Para conocerles, tenemos que “escuchar” su movimiento y favorecerlo, crear un espacio donde puedan mover ese “yo” que están construyendo libremente y acompañarlos con una mirada neutra y que sirva de sostén y los anime a seguir explorando la casa-cuerpo que van a habitar, y pueden así reconocer sus límites y a la vez ampliar sus horizontes.

Ese es el objetivo de la psicomotricidad relacional y del enfoque del colegio Gondomar, acompañar a los niños en su camino de pasar del placer de actuar, de jugar, al placer de pensar.

          “Conócete a ti mismo y conocerás el Universo”

Equipo Directivo del Colegio Gondomar

         

Publicado en Educar para Ser